En esta ruta nos moveremos por la esencia de la Sierra de Segura, por la Sierra auténtica, aquella sierra llena de pequeñas aldeas, hoy prácticamente deshabitadas, pero que recogen lo más íntimo del serrano. Cortijos pegados a los valles donde los grandes calares predominan y se sienten protectores de sus habitantes, animales y humanos, grandes montañas majestuosas plagadas de exuberante vegetación y de impresionantes vistas. Pero es como siempre, el agua, la gran valedora de la vida. Los pequeños ríos discurren entre los grandes valles labrando una historia inolvidable, la historia de los Huecos de Bañares, de aquí en adelante, una historia mágica que os invitamos a descubrir.

Comenzamos nuestro recorrido temprano, cuando los gallos de la vieja Segura cantan echándole un pulso al silencio provocado por el asombro del astro mayor. La dirección es la de la sierra, por la carretera (JV-7032) hacia Moralejos. Un poco más arriba, el cruce de Orcera por la Cuesta del Rey.

Sobre el km 22 se encuentra el cruce a la izquierda que nos lleva en dirección a las Acebeas acechado por el monte emblemático de Navalperal (1646 m). Nuestra dirección es la de la derecha hacia el monte de Navalcaballo donde en el Km. 24,8 a la izquierda, arranca la pista que nos adentra a nuestra ruta: los Huecos de Bañares.

Es aconsejable realizar esta ruta en vehículo todoterreno aunque en condiciones normales, este recorrido es apto para otro tipo de vehículos. Pasando por la Cañada del Toril nos saludan los primeros ciervos de la mañana que como una auténtica familia, corren unidos hacia la espesura del bosque. Sin saberlo, cruzamos un cuarto (suerte, o servidumbre, en que se divide un terreno para pastos) que pertenece a Benatae. Cruzando el arroyo de El Tejuelo el viajero no sabe que está en el término municipal de Siles.

A 3,2 km. del inicio de la pista a nuestra derecha, se encuentra el cortijo de Nava del Espino, rodeado de exuberante vegetación, donde abundan las trufas y nos saluda la vida de la naturaleza. A un kilómetro justo los ojos se abrirán sorprendidos al contemplar una de las panorámicas más deslumbrantes de la Sierra de Segura. El valle se ensancha para dejarse inundar por una luz distinta, por otra atmósfera. Llegamos al Collado del Ventano, piedra horadada a modo de ventana en la caliza que parece comunicar dos mundos y que nos ofrece un marco paisajístico espectacular sobre el valle de Navalasna labrado por el Arroyo de la Fuente del Tejo. A la derecha miramos hacia el cielo para divisar el pico del Espino (1.722 m), zona de reserva A y monte emblemático para los lugareños. 

A 2,1 km. bajamos por una pendiente atrevida para encontrarnos con el cortijo y la Fuente del Tejo. Cruce de caminos, ríos y montañas, que nos hacen sentirnos pequeños ante la inmensidad de lo inexplicable. A la derecha, una pista más estrecha una vía más estrecha que lleva al Collado de Góntar y a varias aldeas del municipio de Santiago-Pontones.

El viajero no abandona la pista ancha, cruza el arroyo de la Fuente del Tejo y distraídos por el paisaje nos sorprenden las vistas que a la derecha nos deja la gran caliza de El Castellón (1585 m), esta inmensa muela se asemeja a un gran castillo donde el buitre y el águila vuelan con la tranquilidad de saber que son reyes de la naturaleza.

Llegamos al cuarto de los Huecos de Bañares de Segura de la Sierra. Tiene una extensión de 4. 249 Ha y limita al norte con el término municipal de Siles, y la provincia de Albacete. Al este también con Albacete, al sur con el término municipal de Santiago-Pontones y al oeste con Santiago-Pontones y con el cuarto perteneciente al municipio de Benatae. Hasta estos pagos, hace no más de quince años, aún llegaba, a caballo, el correo. Enormes piedras, paisajes abruptos, soledad que alivia de conflictos y plantea enigmas: ¿cómo ha vivido aquí el ser humano? Infinidad de cortijos abandonados, la mayoría destruidos, que están ahí para recordar las duras condiciones de vida que han soportado sus habitantes; o, al menos, así se lo quiso demostrar el desarrollo industrial, desde los centros urbanos más prósperos de nuestro país, necesitado de mano de obra dura y barata. A cambio ofrecía felicidad, confort, consumo y olvido.

Subimos hacia el Collao de Morillas, cuyo Calar (1646 m) da refugio al Cortijo de Morillas. Es la antesala del valle de la Espinea, auténtica columna vertebral de nuestra ruta y de nuestra experiencia vital hacia lo desconocido, hacia el corazón de nuestro recorrido. A la entrada de la aldea, a 2,6 Km. de la Fuente del Tejo, nos reciben una yegua y su potro como si nos esperaran desde hace tiempo. Libres de toda atadura nos agasajan con su amabilidad sabedores de lo que guardan: la libertad. 

A 2,6 Km. siguiendo la pista que araña el Calar de Morillas, descendemos hasta encontrarnos a nuestra izquierda la fuente llamada del Rinconcillo hasta llegar un kilómetro más abajo con la aldea de Prado de Juan Ruiz. Se observa la lucha desigual del hombre y la naturaleza en aterrazamientos para el cultivo y con débiles infraestructuras. La integración fue posible en épocas más gloriosas para el hombre, cuando la armonía, la convivencia y la adaptación al medio eran las características principales de la Sierra de Segura. Cuentan los viejos que todas las viviendas de la aldea estaban comunicadas por pequeños portillos para que la convivencia en épocas de grandes temporales no declinara sino al revés, permaneciera viva y alimentada de bailes, bodas, recitales de cuentos y romances característicos de la zona. En la actualidad se puede comprobar cómo la naturaleza lo inunda todo hasta el punto de esconder las ruinas de los cortijos como apropiándose de ellos para tragárselos definitivamente.

Continuamos nuestro camino y a la izquierda, hasta llegar al cortijo del Toconal. Recomendamos la visita al Toconal motivado por las vistas de la impresionante caliza que sobresale del Calar de la Sima (1730 m), y por las sombras que se refugian en la fuente del mismo nombre y que alberga diferentes árboles frutales en la actualidad prácticamente salvajes. A 2,9 Km. a la derecha, la Aldea del Collado de la Fuente nos origina la esperanza de encontrar un lugar habitado continuamente donde las higueras, ciruelas y las fuente que da vida a la aldea están en perfecto estado de conservación y desarrollo.

Volvemos a nuestro camino. Barrancos y cortados espeluznantes cortijos abandonados, almas deambulando en pena entre los encinares centenarios. Después de recorrer casi diecinueve kilómetros de pista forestal a lo largo de los Huecos de Bañares llegamos al final de nuestra ruta propuesta quedando la posibilidad de continuar para observar el gran desfiladero del arroyo de la Espinea provocado por el Puntal de la Espinea y el Morro de los Frailes.

Esta continuación desemboca en la aldea de La Donal, término municipal de Yeste, Albacete. A la derecha llegamos a Parolís. Nos situamos en la JF-7038, que lleva hasta Río Madera. Entre estas dos aldeas existe un nuevo camino que nos conduce “al cielo”, a la aldea de Cabeza la Mora, habitada hasta no hace mucho tiempo por varias familias que ya han tenido que partir tras los hijos que emigraron en busca de otros destinos. Esta zona estuvo muy poblada en época prehistórica, como muestran los hallazgos de pinturas rupestres, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 

El viajero vuelve sobre sus pasos para tomar la carretera que llega a las Juntas de Miller, poblado donde se albergaron los trabajadores de la Central Hidroeléctrica en los años cincuenta, situada allí mismo. 

Aquí termina la ruta. Para regresar a nuestro punto de partida es aconsejable seguir a la derecha, dirección Río Madera, carretera que serpentea al fondo de un valle entre farallones de piedra, un tajo formado por la inmensa mole del Collao de los Anguijones y el otro costado de Góntar, por donde transcurre, a veces encabritado, otras sereno, el Río Segura.

El viajero no olvidará fácilmente este recorrido. Sobre todo si se detiene en el Embalse de Las Anchuricas o en la Toba. Y, más aún, si, una vez aquí, se acerca a la cueva donde nace, misteriosamente, desde las entrañas de la tierra, un manantial que surte generoso y humilde para hacer más grandes las aguas del Segura. 

Siguiendo este camino enlazamos por la Ruta 5.

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