Del 1 de mayo al 30 de junio:
Martes a Domingo de 10.30 a 14.00 y de 17.00 a 20.30 h.
Julio y Agosto:
Martes a Domingo de 10.30 a 14.00 y de 17.30 a 21.00 h.
Del 1 de septiembre al 31 de octubre:
Martes a Domingo de 10.30 a 14.00 y de 17.00 a 20.30 h.
Del 1 de noviembre al 30 de abril:
Martes a Domingo de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.30 h.
La entrada principal del castillo es una torre cuya estructura, en forma de codo, está documentada del siglo XI, procedente del norte de África. Esta táctica tenía un alto valor defensivo, ya que, en realidad, son dos puertas a rebasar por el enemigo. En el siglo XV, en esta puerta, había una especie de casa con contrasuelo de buenas maderas, vigas y piedras con una cámara encima que servía de cocina y dormitorio. En esta estancia se encuentra la recepción de visitantes.
Gracias a las descripciones minuciosas contenidos en los Libros de Visitas de la Orden de Santiago conocemos como eran las instalaciones del castillo a finales de la Edad Media. Esta información ha servido para recrear e interpretar el lugar, no para reproducirlo con exactitud.
Sabemos, entre otras cosas, que el Patio de Armas albergaba bastantes dependencias de uso a modo de soportales, muchas veces con entresuelo, colgadizos fabricados en cal y canto, madera y teja. Los tejados de estas construcciones apuntaban hacia el aljibe, situado en el centro de la fortaleza, donde se recogía el agua de lluvia. Así por ejemplo encontraríamos, a mano derecha de la entrada, una sala portal grande, donde se guardaban escudos y lanzas de mano. Se describe una tahona y un horno en activo, donde se molía trigo y se hacia pan:
“Está en dicho portal una muela de moler e una tinaja de coger agua del aljibe e una grande hacina de lenna”. En otra dependencia “había dos tinajas con harina cubierta de teja e madera e su puerta buena con candado”. Se hace referencia a una fragua, destrozada en el momento de la visita.
Lo que llamamos Adarve, el pasillo elevado que da la vuelta al patio y donde se hacia la vigilancia, estaba todo cubierto con madera y teja a dos aguas y en cada torre existían cámaras, una de ellas para “dormir velas”, y todas construidas de cal y canto. Lo que no faltaba eran pilas de leña por todas partes para combatir los fríos del invierno y para poner en funcionamiento cocinas, hornos, braseros, fragua, etc…
Aquí el visitante podrá ver lo talleres donde se realizaban los trabajos necesarios para el mantenimiento del castillo y la guarnición.
En plena Edad Media, siguiendo costumbres de higiene contrarias a las de la España cristiana, los musulmanes contaban con una importante red de baños públicos. Una nutrida colección de tratados andalusíes describen con todo tipo de detalles sus costumbres sobra la higiene y la moda. Entre otros cabe citar el uso de pastas dentífricas, cremas depilatorias, aceites y espumas aromáticas con esencias de almizcle, jazmín o violeta.
A diferencia de los romanos, los baños árabes eran esencialmente de vapor. A parte de la labor higiénica que desarrollaban, cumplían también una función social, ya que servían de punto de encuentro. La existencia de un baño en el Castillo durante la fase islámica nos indica que la construcción estaba adaptada como residencia de un importante señor. Así lo demuestran los restos de ricos adornos encontrados en la excavación realizada por la Universidad de Jaén. Su trabajo nos ha servido para recrear un espacio muy complicado de definir con exactitud, dado el deterioro de los años y las intervenciones sufridas.
La Torre del Homenaje es un edificio de gran envergadura que tenia una función altamente defensiva y otra de tipo psicológico. La fábrica es de manposteria, exceptuando los arcos de medio punto de puertas y ventanas que son de ladrillo, material con el que se hicieron los arcos y las bóvedas del interior. La torre, de 18,43 metros de altura, tiene tres plantas mas la terraza. La inferior con 2 naves paralelas – 10,37 por 3,50 metros – comunicadas por un arco sencillo del muro medianero; se cubren las 2 con bóvedas de caños de ladrillo. No consta la presencia de saeteras. El grueso del muro es de 2,19 metros. El exterior de la planta mide 12,21 por 13,50 metros.
En su día contó en sus diferentes estancias con zona de almacenamiento de armas, un molino de mano y almacenes de sal, entre otras funciones. Estas estancias interiores son abovedadas y actualmente, en una de ellas, el visitante puede encontrar paneles explicativos con detalles interesantes de uno de los comendadores y figura relevante de Segura: Rodrigo Manrique, padre del poeta guerrero Jorge Manrique.
Rodrigo Manrique nace en 1412, según la Crónica del Halconero de Juan II. Primer Conde de Paredes, hijo del Adelantado Pedro Manrique, Maestre de la Orden militar de Santiago, pertenece a una de las grandes familias nobles de la época, entroncada con el linaje de los Lara. Hombre de gran carácter, político intrigante y luchador incansable en la frontera y en las guerras intestinas contra las monarquías de Juan II u Enrique IV en su afán por conseguir mas y mas privilegios. Fue Comendador de la Orden de Santiago en la Encomienda de Segura de la Sierra durante cuarenta años. Participó en importantes enfrentamientos bélicos contra los seguidores de las monarquías cristianas y a favor del infante don Alfonso y, más tarde, de Isabel (la futura Isabel la Católica) en contra de Juana la Beltraneja, además de participar activamente en la guerra contra los musulmanes atrincherados en el reino de Granada, pero siempre defendiendo los intereses familiares.
Murió de una úlcera facial en 11 de noviembre de 1476, en Ocaña. Fue enterrado en Uclés. en su tumba puede leerse “Aquí yace un hombre que vivo dejo su nombre”.
Su hijo Jorge lo inmortalizó en las Coplas a la muerte de su padre, una de las piezas mas valiosas de la historia de la poesía española de todos los tiempos.
La ubicación física del castillo hacía prácticamente inexpugnable su toma mediante las técnicas de asalto medievales. Por este motivo, el sitio, y la consiguiente capitulación por hambre y sed, se convertía en la estrategia principal de las fuerzas atacantes a la hora de tomar la fortaleza. En este contexto, los aljibes, destinados a recoger y almacenar agua de lluvia, se convertirían en elementos arquitectónicos de vital importancia a la hora de contrarrestar el asedio de las fuerzas atacantes, ya que permitían disponer de agua aun en aquellas situaciones en las que el enemigo cortara el suministro habitual procedente de las fuentes existentes en el exterior del castillo.
Mandado construir por los caballeros de la Orden de Santiago, sus muros exteriores estaban edificados con mampostería regular. Su interior, perfectamente revestido y encalado, era totalmente impenetrable. De esta manera, no solamente se impedía la filtración, y la consiguiente pérdida del agua de lluvia almacenada, sino que también se favorecía la conservación del agua durante más tiempo. La cubierta, posiblemente abovedada, estaba formada por hiladas de tejas intercaladas regularmente.
Francisco de León (1468), comisionado por la Orden de Santiago para inspeccionar las fortalezas de Murcia, nos hace la siguiente descripción:
[…] e tiene en el tres torres muy buenas y un cubo e buen aposentamiento en la fortaleza y tiene el muro muy ancho de fortaleza y todos los más tejados de ella acolgadizos, que van las aguas a un buen aljibe que está en el patio de la fortaleza […]
El Adarve también es conocido como el Camino de Ronda. recorre el perímetro del castillo, excepto la Torre del Homenaje, reforzando así el carácter defensivo de ésta. En caso de ataque era el lugar en el que se parapetaban los defensores.
Desde los adarves se pueden contemplar todos los accesos al valle y a la villa. No obstante existen otras torres de vigilancia para controlar los diferentes de la Sierra de Segura.
Según Eslava Galán las vías de vigilancia de la Sierra era las siguientes: Por el Norte, desde Montiel; Villarodrigo y Torres, Génave y Matamoros. Por el Sur: desde Beas hacia Puente Génave, vigilado por la Torre de Peñolite; desde Beas hacia la Puerta de Segura, vigilado por Catena, la Espinareda y la Torre de Peñolite. Hacia Levante, remontando el curso del río Guadalimar: Bujalamé, La Puerta de Segura, Cardete, Peñafleita y Tasca. De Riopa a Bujaraiza: Siles, Morles, Puentehonda, Benatae, Orcera, Segura, Hornos.
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