Iniciamos esta ruta en Segura de la Sierra, el pueblo más emblemático de la comarca por haber sido, desde su formación, epicentro de numerosos acontecimientos históricos. Salimos de Segura por la carretera que sube de Orcera y Cortijos Nuevos y atraviesa la villa. Es la única carretera, no hay pérdida. Justo a la salida nos encontramos, a la izquierda, la piscina municipal y el lavadero; a la derecha, la subida al Castillo. Seguimos carretera adelante y a muy pocos kilómetros, el primer cruce, a la derecha, nos lleva hasta Moralejos. Arriba del monte que se levanta en esa confluencia están los restos de Segura la Vieja, a 1.300 metros de altitud. El sendero está indicado un poco más allá, conforme nos acercamos a la primera aldea de este recorrido, a 1.100m.
El viajero deberá volver sobre sus pasos, llegar al cruce, al pie de Segura La Vieja, y girar a la derecha. En ese momento tendrá que hacerse a la idea de que va a ser protagonista del gran espectáculo de la naturaleza más limpia y abrupta, la que lo empuja a las afiladas colinas donde el buitre ejerce sus dominios, a los altos macizos y calares y a los profundos barrancos por donde transcurren aún las aguas y la vegetación más vírgenes del Parque Natural. Caminos y veredas nos conducen a cortijos y aldeas donde el tiempo llegó en una bocanada y desapareció para no volver nunca.
Moralejos está habitada por unos pocos vecinos; y de ellos, uno al menos se dedica con gran habilidad a la artesanía del esparto. Desde Moralejos nos asomamos al valle del río Trujala, cuyas aguas han impulsado gran cantidad de molinos y favorecido prósperas huertas a lo largo de la historia. El monte que cierra el paisaje hacia el este es Navalcaballo. Moralejos celebra sus fiestas el primer fin de semana de agosto.
Si el viajero continúa por la carretera encontrará una desviación a la izquierda que lo conduce a Orcera por la Cuesta del Rey, por lo que hay que continuar por la derecha. A unos tres kilómetros, encuentra otro cruce. Todo está bien indicado: a la izquierda, Siles, por la JV-7017; a la derecha (nuestra ruta), la que nos lleva a Río Madera. Un poco más adelante a la izquierda arranca la pista forestal que enlaza con la Ruta 6. En la siguiente desviación nos hallamos ante dos posibilidades para llegar al mismo lugar, a cual más atractiva.
La 1ª posibilidad: Vamos a dejarnos llevar por la señal que nos indica Hornos y Santiago-Pontones. A la derecha de la carretera nos vigila el Monte de Navalcaballo. Circulamos por una de las carreteras de mayor altitud. En invierno, la nieve se presenta aquí con bastante frecuencia. Es una zona húmeda, de álamos a pie de camino, donde se cría el guíscano y otras setas comestibles: las de Cañeja, por ejemplo, si es otoño.
Al mismo costado de Navalcaballo, continúa la Dehesa de la Carnicera, monte de propios del Ayuntamiento, espesura de pinos y encinas, quejigos y enebros. Siguiendo adelante, a menos de diez kilómetros, a la derecha, hay un cortijo que se llama El Campillo; ahí mismo nace un sendero que comunica con la Ruta 2. Un poco más allá, a 1 kilómetro, la encrucijada. A la derecha, Hornos; todo recto, hacia Santiago de la Espada y Pontones; a la izquierda, nuestra ruta: Río Madera.
En el transcurso, 5 kilómetros, sería interesante detenerse para visitar algunas aldeas que no se dejan ver fácilmente desde la ventanilla del coche: Los Jarales, La Tobilla, Los Asperones y El Canalón. Nombres todos con sonido terroso, vegetal y agua.
La 2ª posibilidad: A la izquierda, donde dice Río Madera. Después de dejar el Centro del Subcedefo, a la derecha, comenzaremos el descenso por una intrincada carretera por la que circular a 40 kilómetros por hora ya es una temeridad. Si en una de las curvas, a la izquierda, por donde una veta de piedra viva se hace patente, el viajero echa pie a tierra y busca unos robledales, y tiene suerte, puede encontrar pinos que nacen esbeltos en las mismas ramas de los robles. Prodigios de la supervivencia.
Poco a poco, curva a curva, pasamos por el ZALO (Zona de Acampada Libre Organizada) de Los Negros, de nuestro término municipal, al pie del Calar de los Caracoles y de la Peña del Engarbo (1.584 metros), luego por el Cortijo de Cerrico Montero. En el prado hozan los gorrinos, picotean las gallinas, se sacuden las moscas, taciturnos, los burros. En sus bosques moran, casi como un milagro, los pinos de la especie Laricio más antiguos de Europa. Y, un poco más allá, el Campamento Juvenil de Río Madera; luego, la aldea de Prados de la Mesta, situada a unos 1.200 metros de altitud y donde los pocos vecinos que la habitan aún cultivan en sus huertos productos con sabores más exquisitos que los que se crían en el valle.
A ambos lados de la carretera, el Cortijo del Abuelo Andrés, Los Espinos, Horno de la Peguera, el Centenar y otros. El viajero llega a un desvío. A la derecha, está indicado: Río Madera, también llamada Arroyo Canales, nombre del arroyo que allí fluye y que nace un poco más arriba de la Huelga las Vigas.
En Río Madera el viajero dispone de un pequeño autoservicio donde llega el pan amasado y cocido en Pontones, un restaurante donde sirven recia gastronomía serrana, alojamientos rurales y un típico lavadero. Aquí viven serranos de digna cepa, seres humanos que, para sobrevivir, han luchado a brazo partido, durante generaciones, contra las rigores de la Naturaleza. En la plaza de la aldea, junto a la ermita, tiene lugar el último fin de semana de agosto, la verbena, despidiendo prácticamente el verano: música y baile con motivo de sus fiestas en honor a su patrón San José.
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