Por la situación estratégica que posee esta aldea en nuestro municipio y en el corazón de la Sierra de Segura, iniciamos esta ruta en Río Madera.

Partimos, pues, en dirección La Toba. Nada más empezar nos recibe una hermosa avenida de álamos, cuyas hojas, en otoño, tapizan el asfalto de oro viejo. En verano, el recorrido queda totalmente en umbría. En invierno, hielo y escarcha. Al salir de este corredor, dos curvas más allá, sobresale El Peñón que cobija a la aldea que lleva su nombre y que está abrazada por el curso del río. Lugar rocoso, tranquilo y apacible con su manzano achatado en el centro de la huerta.

Hemos dejado atrás, a la derecha, el Cortijo de La Tejera.

Carretera a bajo, tras cruzar un pequeño puente, se extiende el ZALO de la Morringa, que tomó nombre del que fuera propietario del cortijo que se levanta entre el río y la huerta. Desde el mismo campamento sale una pista que cruza, por una vaguada, el río Madera y asciende por el carril de la Umbría, a contracorriente del Arroyo de las Tres Aguas y del Prado de los Fresnos, a los pies de Peñarrubia, que nos lleva hasta la cortijada de Los Carrascos. Siguiendo la pista, llegamos al collado de Prado Puerco, en la misma cuerda que hace de linde con el término de Santiago-Pontones.

Bajando, el viajero se encontrará con las aldeas de Prado Maguillo y Los Anchos (Santiago-Pontones). Seguimos carretera abajo. Desde una curva arranca el camino que lleva, en 200 metros de recorrido, a Arroyo Maguillo. Un poco más abajo, a la izquierda, unas casas que pertenecen a la misma aldea. Y de frente, antes de cruzar el puente, el Camping de Garrotegordo, lugar sereno a la sombra del Cerro de Mirandante. 

Seguimos lentamente hasta Prados de la Presa, situada a 1.100 metros de altitud, aldea donde quedan restos de una escuela unitaria que nos indica que estos lugares estuvieron habitados por un gran número de familias. Esto lo confirma un molino de harina, al otro lado del río, denominado Molino de Prado de la Porra. Si el viajero cruza el puente saldrá del término de Segura y seguirá hasta enlazar con la Ruta 6, pero seguimos en Prados de la Presa, justo en el momento antes de cruzar el puente, a la vera de unas casas en ruinas.

Desde aquí nace una pista que conduce al Cortijo de la Umbría y al de Los Regajos, que mira derecho hacia la garganta que abre el Arroyo de Los Anchos entre la Cuerda de la Mina y la Loma del Canto. Más arriba de los Regajos, el Cortijo de Toribio y, desde allí, al Cortijo de la Umbría de Cabeza Gorda, a 1.347 metros sobre el nivel del mar, y donde residen algunos vecinos durante la época estival. Aquí el viajero puede disfrutar de aguas transparentes, sin contaminar, parajes de regreso a un tiempo donde no existía el ruido, sino el rumor del humo de los hogares, las voces del ganado y el viento entre las encinas.

Rodeando el Morro de Cabeza Gorda (1.547 m) y tomando un cruce a la derecha podemos atravesar, por la Fuente el Chorro, el término de Hornos, para buscar guíscanos si es la época. Después de este cruce volvemos a nuestro término y entramos en la aldea de Cabeza Gorda, a 1.400 metros de altitud, que forma parte del monte que lleva su nombre y hace cuerpo con Arrancapechos hasta llegar, tocando las nubes, al Cerro de la Misa, en término de Santiago-Pontones.

En Cabeza Gorda nos recibe la fuente y algunos cerezos de gran envergadura. Espléndido balcón abierto a un panorama sobrecogedor. En esta aldea pasan el verano los antiguos pobladores, cuidando de sus huertas como antaño, y recogiendo productos “tocados por la mano de los dioses”, por su cercanía con el cielo. También los turistas que vienen a descansar en los alojamientos rurales.

No hace mucho tiempo, los niños que vivían aquí con sus familias durante todo el año, iban andando todos los días hasta la carretera (A-317), donde un autobús los recogía para llevarlos a la escuela de Hornos, excepto cuando la nieve juntaba cielo y tierra y tenían que quedarse en el cortijo, junto al fuego, ayudando en las tareas y escuchando los relatos del abuelo.

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